31 de julio de 2010

En el capítulo anterior...



La cortesía de la descortesía

Siempre tenemos razones para no dar (ni que nos den) gato por liebre. A veces, hasta nos sobran. Por eso, cuando el pasado sábado 24 de julio Carlos Vitale aceptó ser entrevistado en nuestro programa, comprendimos que estábamos ante una buena ocasión para charlar con alguien que ha sabido hacer de la vida su escuela. Podíamos, incluso, disfrutar aunque no quedara registro alguno... No fue así, afortunadamente.




Nacido en Buenos Aires y afincado en la actualidad en Barcelona, el escritor Carlos Vitale nos presentó su nuevo trabajo, una obra de la que ya habíamos hablado en anterior ocasión y que habíamos recomendado
en nuestro espacio PECATA MINUTA.





'DESCORTESÍA DEL SUICIDA' (Editorial Candaya) surgió no se sabe muy bien de dónde. Pero, como el propio autor admite, lo que sí podemos decir es que detrás de este libro "hay una clara influencia de la literatura latinoamericana", de ese maravilloso mundo en donde el microrrelato tiene una enorme tradición, siendo un género "practicado por grandísimos maestros".


Fruto de un largo proceso de reescritura durante años, en los que la novela ha ido creciendo casi a modo de diario personal, en sus páginas se mezclan textos muy breves, algunos de una sola línea, con cuentos más extensos, y en ellas también tienen cabida chistes, anécdotas, aforismos... y hasta algún que otro poema. El resultado, una auténtica "ensaladilla rusa" en la que Vitale juega al despiste haciendo gala de un humor inteligente, frente a otro más grueso o "de brocha gorda", como gusta decir, y en la que con frecuencia recurre a la ironía, a la paradoja.

"Decidí hacer público este libro en un acto de locura. Lo que hay es lo que hay; no me he guardado nada", confiesa, añadiendo que si el libro no estuvo terminado hasta más de una década después de su primera publicación, es porque es "una especie de organismo vivo que bien podría haber sido desterrado al lugar de los libros prohibidos de no haber sido entendido".



Entendido o no, lo que no deja a nadie indiferente es el peculiar estilo musical del grupo
PAPÁ TOPO.

Creadores de canciones tan extravagantes como "Lo que nos gusta del verano es poder comer helado", los mallorquines tienen a su favor una cuidadosa y divertida estética y unos ritmos de lo más pegadizos.



Y precisamente de eso, de ritmos pegadizos, hablamos al inaugurar un nuevo espacio veraniego en el que recordaremos algunos temazos quién sabe si ya olvidados... Para muestra, el primero de ellos.

Corría el año 89 cuando el entonces desconocido
Wilfred Morales irrumpió desde Puerto Rico con esta canción, cómo no, acompañado de la que era su banda, La Ganga.

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